María E. Loberza, médica, poetisa.

María E. Loberza. Tucumana, médica, egresada de la Un. Nac.
 de Córdoba, miembro de la SADE, filial San Miguel de Tucumán.
Colaboradora literaria del diario "Siglo XX" y de esta Antología.
Premiada por el Ateneo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. 

             Día séptimo

Porque el séptimo día
está dedicado a balancear
pérdidas y ganancias,
a regar por costumbre
lo que crece mustio, tal
la cara blanca de un sueño,
la esperanza
que se aleja en cada bostezo,
el geranio en la maceta rota
el polvo que se adhiere
prolijamente urbanizado…
Porque está dedicado
a solear con amor
las zonas más desolladas de la piel
y a perderse sin ruido
mansamente
en los pliegues más hondos del recuerdo,
es que me asomo anónimo
desnudo
a la verde ternura de los pastos
y libre de correajes
libre de vello,
bajo a desnudarme los tendones
y a lavar los vocablos
que a poco que los use
se me llenan de barro.
Será porque presumo de juez
o centinela
para trazar la biografía
de la vida o la muerte,
porque me atrapan
los términos más sórdidos,
sin advertir
que arriba de la nube
obstinada y sombría
mira el ojo del cielo
lacónicamente azul?...
Será porque si el optimismo
pone a devanar sus hilos de oro
el pesimismo desbasta de inmediato
las flores de su trama?
Será porque
si busco la armonía en la escala
vibro en la nota falsa…?
No lo sé… pero basta…
No he venido a patentizar
mi contricción
ni a cepillarme decorosamente,
no he venido a engordar
la diaria moneda
de limosnas mezquinas
o manoseadas oraciones.
Este es el día séptimo
propicio a los lirios y a los tulipanes
que excitan sus pétalos
entre los dedos de la luz,
es el día que el hombre
doblega su estatura
por el niño que aún danza
en el rincón más tibio de su carne,
el día que desafiante
el pichón se suelta por los aires.
No he venido a vindicarme
pero estoy aquí
a lo largo a lo ancho
de este  puro verdor,
extasiado
agradecido
exhausto
prisionero,
inmerso en la delectación
de un cosquilleo hecho a medida
sin sondeos hacia la calle
ni peritajes silenciosos.
Estoy con el día séptimo
hecho milagro
en cada palmo de mi cuerpo.
Integro la plenitud de la tarde
desde la tierra satisfecha y húmeda.
Veo la comba de la higuera
bíblica y sombría
con sus brevas hinchadas,
la fuga latiente de una lagartija,
la araña
que pende de su hilo
como una burbuja solitaria.
Siento a diciembre
apresurando los racimos
creciendo hasta estallar
la vena de sus ríos
y en repentino
casi angustioso impulso…
-Perdónanos nuestras deudas-
digo- así como nosotros… 
lleno de visceral ternura
por todo, para todos.

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