Cuando Monte Grande era todavía un pueblo, creo que no contaba más que con cuatro diujantes-pìntores: Héctor Senra, Raúl Leoz, Raúl Franzese y el que suscribe. Los dos primeros se dedicaron y especializaron en el pintado de letreros, en tanto que los dos últimos nos inclinamos hacia el dibujo (serio y humorístico) y a los paisajes y retratos. Empero y curiosamente mi conocimiento y amistad con Héctor Senra no se debió a nuestra común vocación por las artes gráficas sino por la música pues ambos tocábamos acordeón a piano y nos reuníamos en su casa o la mía para darnos mini conciertos de melodías populares. Si bien nunca abandonamos nuestra vocación musical, ambos nos dedicamos al desarrollo de nuestras condiciones pictóricas.
Cuando Monte Grande era todavía un pueblo, creo que no contaba más que con cuatro diujantes-pìntores: Héctor Senra, Raúl Leoz, Raúl Franzese y el que suscribe. Los dos primeros se dedicaron y especializaron en el pintado de letreros, en tanto que los dos últimos nos inclinamos hacia el dibujo (serio y humorístico) y a los paisajes y retratos. Empero y curiosamente mi conocimiento y amistad con Héctor Senra no se debió a nuestra común vocación por las artes gráficas sino por la música pues ambos tocábamos acordeón a piano y nos reuníamos en su casa o la mía para darnos mini conciertos de melodías populares. Si bien nunca abandonamos nuestra vocación musical, ambos nos dedicamos al desarrollo de nuestras condiciones pictóricas.
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