María Julia Domenech, poeta, Monte Grande.



                  Madre

Madre que estás allí pariendo desga­rros
en dolor  de fuego, carne y sangre.
A ti que has legado de juntar dos al­mas,
el amor y el desarraigo de vida, arroga­ras
a la aventura de ser cariño y amor.
Aunque la desvirtud poca consejera
de virtud enajenada de aquel que te roba
de ser sombra y sol y que nadie olvida
esos abrazos únicos que toda la vida
se lleva prendido en carne, hueso y corazón y de haber sufrido todos los embates
por haber nacido mujer.
      
                  A ti Borges

El bastón labrado, color chocolate, sostienen tus manos, como un niño posándose
adonde tu espesura osamenta
perpetua solloza.
A tu fuerza interior
más tu desolación ciega
a que la tortura no aquiete
la mirada del mundo interior
y pasajero desmedido de aquellos
que no entienden su magia
el entorno de las cosas vagas
y que las miradas extrañas
acechan virtuosas
estarán ciegas de cordura
y pasión tu, las alimentas
como fuego ardiente.

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